¿Qué se siente tener un hermano con autismo?

La primera vez que escuche esta pregunta no supe qué responder, y no porque el autismo sea un enigma para mí, sino porque tener un hermano con autismo es -en mi caso- lo mismo que tener un hermano, así sin más. Para todos los que tienen hermanos, seguro me entienden mejor. La hermandad, es la mejor experiencia de vida, es el vínculo irrompible por más peleas que haya, es la mejor compañía en el día a día, en la cotidianidad, ese hermano y/o hermana es o son seguramente las personas que más lo conocen a uno y a quienes más conocemos, a nuestro modo. Yo, por ejemplo, podría decir que mis hermanos son mi polo a tierra, son menores y siempre desde el rol de hermana mayor la intención de protección es más marcada. Por un lado, esta W que tiene un temperamento fuerte, es noble, amoroso, afanado y práctico. Por el otro, esta Z que es tierno, imponente, descomplicado, muy adolescente y consentido. Ahora, uno de ellos dos tiene autismo, pero nunca los he diferenciado por esa cualidad. ¿Cualidad? – Si. Aunque el autismo nos enfrenta a nosotros y a nuestras familias de maneras muy diversas a la vida y podría afirmar que lo que nos trae es mucho más de lo que nos quita. Nos enseña a ver en perspectiva, a respetar, tolerar, comprender y no juzgar. Y claro, todo esto no lo entendemos de un día para otro, tendrán que pasar muchas preguntas de nuestros amigos: ¿a tu hermano que le pasa?, ¿por qué no habla?, ¿por qué salta cuando suena esa canción? Llegaran situaciones incomprensibles, como su adolescencia, pero la verdad es que, si nunca entendimos la propia, más complicado entender la ajena. Aprendemos que existen muchas formas de expresar una misma emoción. Algunos cuando están tristes lloran, otros se encierran, gritan, golpean cosas o se golpean a sí mismos y así, cada uno en el mundo va encontrando la forma que mejor se le da para expresar lo que siente. Que no entendamos muy bien a los demás y en este caso a nuestros hermanos, no hace que lo que ellos sientan sea menos válido o carezca de explicación. Si bien, nos genera malestar, no es solo a nosotros y un poco así es la vida con o sin autismo. Entre lo que aprendemos, amamos, cuestionamos y peleamos con la vida, nos van quedando sensaciones. Por eso, lo que se siente tener un hermano (con o sin autismo), es sentir que, en el mar lleno de olas intensas, rápidas y lentas, tenemos uno o varios flotadores (son suaves, se pueden moldear y están llenos de aire) de los que nos podemos agarrar, y que, así como agarramos somos agarrados. Que el flotador de Z se agarra diferente es un detalle, pero se puede agarrar, es cuestión de observar con paciencia mientras la marea se mueve, y entender cuál es la forma que mejor conviene que tenga yo para que se agarre él.

 

Camilla Andrea 



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